Tras un par de días sin publicar nada vuelvo a la carga. Espero esta semana avanzar un poco de faena y volver a coger ritmo ya que las dos últimas han sido más bien improductivas... Pues como cada "Challenge Me!" os pondré tras el relato las indicaciones que me propusisteis en su día.
"La música estaba tan fuerte que
se escuchaba desde la calle. Todas las noches el local estaba abarrotado, había
largas colas para entrar y cientos de personas pasaban por delante de ella pero
para casi todo el mundo era invisible. Raras veces sus amigas iban allí a
visitarla, ellas preferían otro tipo de ambientes. Trabajar en el guardarropa junto
en la entrada tenía su gracia, desde allí observaba peleas entre parejas, gente
haciendo trapicheos entre los coches y sobretodo, muchos borrachos. Aquella
noche comenzó muy tranquila, era Miércoles por lo que no se esperaba que el
local se llenara. Al principio la gran mayoría de los que entraban no dejaban
ropa, era verano y salvo alguna que otra chica, nadie dejó nada en el
guardarropa.
Un grupo de chicos entró y se
paró delante del mostrador. —Hola. —dijo uno de ellos al aproximarse. Era más
bien bajo para ser un chico. Sus ojos oscuros hacían un contraste peculiar con
sus facciones suaves. Una barba incipiente cubría su rostro resaltando su
sonrisa. — ¿Hola? —volvió a repetir que al ver que ella no le hacía caso
saludándola con la mano. — ¿Cuánto vale? —añadió mirándola a los ojos. —Dos
euros por percha. —contestó ruborizada sin saber por qué. — ¿Y si en una misma
percha caben dos chaquetas? —preguntó el más alto desde el fondo. —Eso no puedo
hacerlo, tendría que cobrarte dos euros por cada chaqueta. —contestó de forma
seca. Esta era la típica broma de listillo de turno, y siempre le molestaba.
—Te lo he dicho Raúl, o pagas o te quedas con la chaqueta puesta. —dijo
dirigiéndose al que había hablado. —Lo siento, no le hagas caso, es un poco
capullo. —le dijo a ella mientras se giraba. —Además, es un poco tacaño. — concluyó
esbozando una sonrisa. Le ofreció su chaqueta y ella le devolvió una sonrisa.
—Aquí tienes tu resguardo. —dijo ella entregándole un papel. — ¡Volveré!— exclamó
con una amplia sonrisa antes de marcharse.
No ocurrió nada interesante hasta
pasadas las dos de la madrugada, cuando su compañero de piso David llegó con
sus amigos del trabajo. Era un chico muy divertido, amigo de sus amigos y muy
atento, cuando bebía todo este se magnificaba y hoy no era una excepción. —David. ¿Cómo ha ido la cena? —quiso saber
ella. —Bueno, un poco aburrida. —dijo apenado mientras miraba de reojo a sus
compañeros que no paraban de reír. — ¿Estás seguro? No parecéis para nada
aburridos. —insistió. David al escucharla no pudo contener más la risa y soltó
una carcajada muy sonora. —Nos han avisado un par de veces. Por lo visto los
vecinos se habían quejado. —contestó con una sonrisa de oreja a oreja. —Y para
colmo, no querían darnos más vino. ¿Te lo puedes creer? —concluyó mostrando su
enfado con una fea mueca. — ¿Quieres dejar algo de ropa? —le preguntó ella cambiando
de tema. — ¡No! Lo que necesito es más alcohol. —dijo mientras se marchaba
hacia el interior. — ¡Guapa!— gritó lanzándole un beso desde la distancia. Media
hora más tarde le vio pasar con una rubia dirección a los lavabos. Esbozó una
sonrisa y pensó que hoy tendrían invitados en casa, otra vez.
Eran las tres pasadas y tenía
ganas de tomar un poco el aire. Salió al exterior, dejando un cartel informando
que volvería en unos minutos. Se alejó un poco de la entrada y la brisa
veraniega le acarició el pelo suavemente. Sacó un pitillo del bolso y lo encendió.
Su madre siempre le decía que dejara de fumar, nunca le hacía caso, le gustaba
evadirse con un cigarrillo en la mano. Entre calada y calada se encontró
pensando en el chico con aquella sonrisa tan peculiar. ¿Dónde estaría ahora
mismo? ¿Cuál sería su nombre? No sabía porque era pero no podía dejar de pensar
en él. Pensó en entrar al interior de la discoteca y buscarle, pedirle su
número de teléfono y quedar con él.
Mientras fantaseaba a lo lejos
vio a una pareja besándose, medio ocultos entre los coches, parecían muy
fogosos, ella como observadora privilegiada fumaba pausadamente, saboreando el
momento. El chico trataba de meter las manos bajo la corta minifalda que ella
vestía, pero cuando estaba a punto de conseguirlo le paraba los pies. Este a
los pocos segundos volvía a intentarlo, obteniendo el mismo resultado, mientras
ella le besaba por el cuello.
Sumida en sus pensamientos no se
percató de que Gran Jon, el portero, se acercó a ella. —María. — la llamó asustándola.
—Hay gente en el guardarropa, Gisela esta buscándote. —concluyó el enorme
portero. — ¡Voy!— lanzó el cigarrillo y corrió hacía la entrada. Cuando llegó
al guardarropa, Gisela estaba entregando la ropa a un grupo de chicos que
armaban mucho escándalo, María les miró y se apenó al ver que no eran quien
ella esperaba. Suspiró y la sonrisa de aquel chico se le pasó por la cabeza
nuevamente. Pensó en entrar y darle su número, quería poder pararle las manos
cuando él tratara de tocarle bajo el vestido, igual que había hecho aquella
chica. Se mordió el labio mientras se lo imaginaba. Gisela la devolvió a la
realidad con un chasquido a un centímetro de su nariz. Le pidió disculpas y
ocupó su lugar tras quitar el cartel que minutos antes había dejado allí.
Esa última hora se pasó volando,
el guardarropa comenzó a vaciarse rápidamente. Cuando el reloj marcó las cuatro
las luces de la sala se encendieron y la música cesó. Los últimos clientes
recogieron sus chaquetas y se marcharon. —Al fin. A casa a dormir. —murmuró al
verlos marchar. Se despidió de Gran Jon y Gisela, y caminó hasta casa. A esas
horas una se podía encontrar de todo por la calle. Se cruzó con un chico que
iba hecho un pincel, arrastrándose como un zombi, con un grupo de chicas que
buscaban un sitio donde echar la última copa y con una pareja que no tenía
reparos en hacérselo en un banco del paseo.
Llegó a casa a eso de las cinco
menos diez, la zona era tranquila por lo que la calle estaba en silencio. Abrió
la puerta y entró en el interior, esperando al ascensor la sonrisa de aquel
chico le volvió a venir a la cabeza. No lo había visto recoger su chaqueta pero
no quedaba nada cuando se cerró el guardarropa, así que supuso que se había
marchado mientras estaba fumando. —Maldito tabaco. —se dijo a mi misma. Al
llegar a su destino el ascensor pitó y María se percató de que sin darse cuenta
su mano se había deslizado bajo su ropa interior, la extrajo sonrojada.
Las reglas que había que seguir eran la de tener un protagonista femenino, que salieran las palabras, guardarropa, madre y pincel y que el relato tuviera una escena erótica. Si queréis participar en el siguiente "Challenge Me!" no dudéis en hacer vuestras propuestas.
Espero que os haya gustado, tanto si como no, comentarme y decirme que os a parecido. ¡Gracias por leerme!
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